Tú lo que debieras hacer es adorarme
Porque yo a tí te adoro.

Y no es el color azul o celeste,
el verde o el gris.

Es el color de tus ojos
que hubiese querido hacer mío,
el color
tuyo,
de tus ojos,
ningún otro.

Es el calipso en el que alguna vez
sorprendida me extravié,
aturdida por un minuto
de tu mirada.

Y también son tus ojos oscuros,
tus pestañas negras.

Son tus rizos de miel
o tu liso cabello de blanco amarillo,
y las ondas negras de tu natural tocado.

Te paseas frente a mí,
con ese caminar de pantera,
con esos gestos fascinantes.

Me asombras con esas ideas
enredadas en tu cuidadoso
des-peinado de pajarraco.

Me diviertes con tu descoordinado
danzar de Frankenstain,
y me seducen tus labios finos,
rojizo sobre la pálidez
de esa tez de niebla.



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