martes, 2 de mayo de 2017

Santiago, Paris, Londres.


Saliendo del instituto y recorriendo la calle Londres llegábamos a la pileta que estaba frente a la iglesia San Francisco. Entre conversas, risas y jugarretas había momentos en que nuestra mirada se desviaba hacia ella. Estaba siempre sentada en las gradas de entrada al Museo Colonial, gritaba, lloraba, con una expresión de terror agitaba las manos entre sus piernas, parecía espantar algo por debajo de su falda andrajosa.

Lo que veían nuestros ojos, era a una vagabunda desaseada que había perdido la cordura. Lo que aún veían sus ojos, eran las ratas vivas que los militares introdujeron en su vagina.

(Morelia Valjean, 2017)

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