martes, 29 de noviembre de 2016

Cierra tus ojos...

Cuando muera, (hagámosle los cuernos)
ni me entierren,
ni me cremen.

Que mis cabellos
se transformen
en cuerdas para un arpa,
un violoncello, un ukelele,
y vibren para mecer
las emociones de un recuerdo,
de las tierras o,
de los amores perdidos.

Perforen mis huesos
y hagan flautas,
cañas de zampoña,
punteros de cornamusas,
y sean entonces
los suspiros de quien
se detiene en los campos
en las aguas o en las cimas,
a dejar que el horizonte
entinte sus pupilas.

Que mi tejidos
recubran los membranófonos,
y en ellos resuenen los ritmos
que inquietan las piernas
y las ganas de vivir
en la gente.

Que mi sonido, su melodía,
despegue de esta tierra
para expandirse,
integro y compacto
llegando a los oídos
de otros mundos.

Y se conviertan mis átomos
en las canciones amadas que quiero ser.

Sí, porque hay un "starman"
esperando en el cielo,
y también se elevó hasta ahí,
en tonos, compases y palabras cantadas.

(Motita, now!)

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